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A veces las empresas no saben de donde viene la innovación y ni siquiera saben apreciarla cuando la tienen cerca. Por eso los mecanismos para canalizar la innovación en las organizaciones deben ser transparentes, sencillos y operativos, independientemente del tamaño de la misma.
Leía hace unos meses un magnífico post de Javier Megías en el que hablaba del intraemprendedor y como éste debía apañárselas para canalizar sus ideas e innovaciones a través de una pista llena de obstáculos. Dado que la «innovación frontal» es dificil de canalizar hacia la dirección de la empresa, él hablaba de un enfoque lateral denominado «innovación ninja», donde el innovador debe actuar como este sigiloso y estratega guerrero para alcanzar sus objetivos.
Esta lectura en su momento me hizo verme reflejado, en cierta manera, en este tipo de situaciones y me ayudó a darme cuenta de que, como tantos otros profesionales, estaba chocando contra un muro forjado en ideas preconcebidas, objetivos del siglo XX y recuerdos de una gloria pasada.
Por lo general las empresas tienden a estar compartimentadas y a no dejar fluir la creatividad, las soluciones y el progreso. En una etapa de incertidumbre, de estratégia dinámica y de gestión del re-cambio, el talento y las personas son la única vía para la mejora de la competitividad. Por eso después de haber vivido varias veces este tipo de situaciones y con los cimientos de la experiencia, es hora de emprender y mirar de frente al mercado, al mundo empresarial y al crecimiento profesional.
Para esta nueva etapa me quedo con una frase inspiradora:

«Si los cambios afuera van más rápidos que los cambios adentro, el fin está cerca» Jack Weich 

 

Actualmente y tras reflexionar mucho sobre todo esto, he decidido poner en práctica lo aprendido y ofrecer asesoramiento a otras empresas bajo un modelo de trabajo para la innovación empresarial:
  1. Estimular la creatividad: la creatividad es la base de la innovación, por eso para innovar debemos poner en práctica nuestros conocimientos de forma creativa, diseñando nuevos productos, procesos y soluciones buscando la diferenciación en la propuesta de valor. «A veces los árboles no nos dejan ver el bosque», solía decirnos nuestro profesor de matemáticas.
     
  2. Detectar oportunidades de afuera para monetizarlas desde dentro: la innovación no siempre es cosa de uno mismo, de hecho casi siempre que se nos ocurre una buena idea, resulta que ya lo había pensado otro. Este tipo de situaciones si se producen muy a menudo pueden llegar incluso a frustar. No obstante, no siempre debemos perseguir la innovación como algo único, sino como algo inspirador. Nuestra innovación pude basarse en algo externo, en algo que está afuera y que podemos adaptarlo para ofrecer algo nuevo a nuestros clientes.
     
  3. Implantar el beta permanente: para innovar es necesario enfrentarse al fracaso, probar, testear, arriesgar. Si no lo ponemos en marcha nunca podremos saber si funciona. Eso sí, falla rápido y barato, de ahí el concepto del beta permanente. La velocidad a la que va el mundo no nos permite madurar mucho la fruta, por eso hay que cogerla pronto y lanzarla para que el viaje al mercado la termine de madurar. Objetivo final, aprender e intentarlo otra vez para estar siempre a la última.
  4. Vuelve a ser un niño: para innovar hay que coger perspectiva y no debemos olvidar que no hace mucho éramos pequeñas máquinas de creatividad. Por eso, aunque sin dar un paso atrás ni para coger impulso, debemos volver a pensar como un niño, divertirnos con lo que hacemos, poner el corazón, compartir, expresarnos, relacionarnos, aprender, ser honestos y sobre todo disfrutar. Sólo así podremos ser únicos e innovadores para nuestros clientes.

Bienvenidos a mi nuevo yo 😉

www.juanjosecorrea.com
Twitter: @jjcorrea
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